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La Batalla de Cuicuilco

  • Foto del escritor: Alberto Nava
    Alberto Nava
  • hace 7 días
  • 2 Min. de lectura
Fragmento de la novela Zombiosis (Encéfalo, Parte IV Pareja)

Gabriela y Tomás, junto a los otros tres oficiales sobrevivientes de su sector, mataron ciento ocho simbiontes en lo que llamaron la Batalla de Cuicuilco.



Gracias al aumento de la represión contra manifestantes y la proliferación de organizaciones criminales, justo antes de la epidemia, la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México se había equipado con armamento más sofisticado y vehículos tácticos con blindaje pesado.


Armados con rifles de asalto AR-15 y M4, escopetas Remington 280 y una tanqueta antimotines repleta de gasolina, en lugar de disparar agua a alta presión a los simbiontes, como lo hacía la policía con los manifestantes, Gabriela los incineró vivos.


Años antes, en lo único en que estuvieron de acuerdo los expertos fue que la pirámide circular de Cuicuilco era el más antiguo centro ceremonial en el Valle de México. La arqueología convencional estableció que se construyó entre el año 600 y 800 antes de Cristo, pero su existencia siempre fue una humillación para la ciencia y sus cronogramas.



En 1922, durante las excavaciones de Byron Cummings, investigador de la Universidad de Arizona, se halló una capa de lava que el volcán Xitle expulsó aproximadamente en el 8 mil antes de Cristo y que cubría a la pirámide. Los arqueólogos prefirieron ignorar esta inconsistencia en la datación de Cuicuilco y enterrar la controversia que amenazaba su prestigio. La que es probablemente una de las pirámides más antiguas del mundo vio sus últimos días de civilización humana rodeada de centros comerciales, en la esquina de las avenidas Periférico e Insurgentes, al sur de la Ciudad de México.



Cuicuilco, “lugar donde se canta y baila”, no tuvo un día más glorioso en miles de años como la Batalla de Cuicuilco. Los policías incendiaron el perímetro del templo circular y luego comenzaron a disparar en las partes más débiles de esa pared de fuego que los protegía. Así mataron a unos cuarenta simbiontes. El resto murió calcinado con los chorros de fuego que Gabriela regó encima de ellos y con los tiros de las Remington y los AR-15, muy efectivos a corta distancia. Los policías apuntaban a las cabezas o al tórax, si el simbionte tenía uno solamente; si no, disparaban a las extremidades para quemarlos después.



Hay simbiontes que se mueven como insectos y sus piernas pueden saltar largas distancias y correr tan rápido

como un automóvil. Uno de los policías que luchaba junto a Gabriela y Tomás fue arrollado y despedazado por un simbionte que al oficial le pareció una mezcla de centauro y ciempiés.

 
 
 

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