Zombiosis. Un vector de mutagénesis.

En su libro Dysphoria mundi, Paul B Preciado se pregunta:
“[…] ¿cómo empezamos a escribir? O mejor: ¿de dónde vino la escritura? ¿Por qué somos los únicos animales que escriben? –o quizás no seamos los únicos–.”
Y comparte la respuesta del que llama “nuestro Nietzsche psicodélico”, William Burroughs:
“es que la escritura es un virus no creado por los humanos que vino del espacio exterior e infectó el cuerpo; si no ha podido ser reconocida como un virus es «porque alcanzó un estado de simbiosis con el huésped». Como el virus, la escritura es una entidad que desafía los límites entre lo vivo y lo muerto, lo orgánico y lo inorgánico: ni bacteria ni puramente organismo, el lenguaje se introduce en el cuerpo y usurpa las características de la vida. El virus de la escritura es, para Burroughs, una pequeña unidad de palabra e imagen activada biológicamente para actuar como una entidad viral comunicable [...]”.
Para Preciado, el consumo de peyote y heroína transformó el cerebro de Burroughs en una “fábrica experimental de la que surgieron algunas de las invenciones literarias y políticas más prodigiosas del siglo.” Una de ellas es la intuición de que la comunicación es contagio:
“La teoría de la performatividad del lenguaje de Burroughs es viral: escribir o hablar no es transmitir información, sino contaminar. La escritura es siempre infección.”
Los primeros síntomas de Zombiosis surgieron como una comezón irrascable, principalmente porque no podía identificar en qué parte de mi anatomía psíquica surgía esa incomodidad, muy parecida a la sensación que de niño me llevaba a tirarme las costras con las uñas, pero en un epitelio invisible cuya presencia se volvió tan real como las cicatrices de mi memoria.
Como con muchos síntomas de otras enfermedades que he padecido, lo que hice fue ignorarlos o confundirlos con otras afecciones más familiares, como la frustración e insatisfacción crónica, la melancolía o mi idealizada y nunca diagnosticada depresión clínica.
Para cuando escribí el primer relato que luego mutaría en el primer capítulo de la novela, la infección ya se había extendido al grado de hacerme escribir, poseído y con cierta compulsión, para saciar esa nueva inquietud. Aún sin reconocer en vector de qué infección me estaba convirtiendo, creí decidir participar en talleres de narrativa, esos espacios insalubres, donde otros enfermos segregaban, inadvertidos, su contribución al caldo de cultivo que se formaba en mí. Así escribí los siguientes relatos que se unieron, cual simbiontes, en la anatomía fortuita de la novela.
Quiero agradecer a todes mis compañeres de esos talleres y a Beatriz y a Eusebio; sobre todo a Maira, a quien considero paciente cero de mi infección con escritura: este síndrome de auténtica realidad aumentada y compulsión por urdir con los pedazos y jirones que resultan de intentar detener el tiempo, con represas y barricadas de palabras necias.
He descubierto, no sin un hipertrofiado júbilo narcisista, que la infección que padecí y que supuró esta novela, comparte un polimorfismo genético con intuiciones de vectores que admiro, como Donna J Haraway y el mismo Paul B Preciado.
Tengo una certeza mitocondrial de que esta es una novela Trans y que pertenece a la “hipótesis revolución”, en palabras de Preciado, una revolución que es un “ejercicio de emancipación cognitiva, de «fabulación especulativa», por decirlo con la zoóloga estadounidense Donna Haraway: una contranarrativa que busca modificar la perspectiva de lo que está sucediendo, cambiar las preguntas para poder proponer nuevas respuestas. Imaginar es ya actuar: reclamar la imaginación como fuerza de transformación política es ya empezar a mutar.”
Zombiosis es también una manera de curar las heridas que me hice con esa esperanza juvenil de recibir una educación existencial en instituciones académicas y culturales, así como un artefacto para inocular al lector con las que considero mis preguntas favoritas de la filosofía política, por medio de un mutágeno de ciencia ficción.
Por último, este libro es un homenaje y un torpe intento de abrazar a los simbiontes de mi vida: esos seres salvajes, inclementes e irascibles de mi memoria; hechos con fragmentos de recuerdos de gente que intenté amar y que convertí en monstruos, al inyectarles esa fórmula de compulsiva idealización y expectativas infantiles.
Durante el ejercicio de automedicación que fue escribir esta novela, me encontré con una sustancia que transformó mi cerebro con una suerte de neurodivergencia autoinducida: la dimetiltriptamina o DMT.
Este es también pues, un texto alterado, influido e inspirado por la irrupción repetida de DMT exógeno, ese otro vector revolucionario, en mi cerebro. Con ello, advierto al usuario de este libro que: es muy probable que no sólo encuentre una vía de contagio, sino también una puerta que no pude cerrar cuando creí regresar a esta alucinación colectiva que insistimos en llamar realidad.
¿De qué trata Zombiosis? Del fin de la humanidad y del surgimiento de dos nuevas especies humanoides: una monstruosa, salvaje y voraz; la otra, la que exterminará a los últimos especímenes de homo sapiens sapiens y al último vestigio de Inteligencia Artificial.
Alberto Nava Cortinas.
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